Todo ser humano es un manantial de donde brota agua limpia. Tú necesitas partir de esta hipótesis si deseas ser feliz en sus relaciones con los demás.
Mira a la otra persona como si fuese un manantial. Espera de ella siempre agua pura, aunque alguna vez aparezca un pedregullo o una hoja seca. Cierra los ojos a sus defectos y destaca sus virtudes. Las personas generalmente son lo que las otras personas esperan que sean.
Tú, de alguna manera, eres un líder. Trata de obtener lo mejor de cada ser humano. Todos tienen valores y virtudes inexploradas. Imita al minero, cava hondo, pero con cuidado, porque existe el riesgo de que la mina se desmorone.
Observa las virtudes de la otra persona y enaltécelas. Corrige los defectos con amor. Si tú le pides a Dios que te ayude a actuar de esa forma, verás que la persona más beneficiada serás tú mismo.
Haz de este día un día de búsqueda de valores. Mira a las personas, no como son hoy, sino como lo que pueden llegar a ser si tú sabes animarlas, desafiarlas y ayudarlas.
No comiences a desarrollar tus actividades sin pasar antes un tiempo con Dios, y sin pedirle que te ayude a ver a las personas como él te ve a ti.
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